En el Día de la Mujer 2019:
María Espinosa de los Monteros
(1875-1946)
PRIMERA PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN NACIONAL DE MUJERES ESPAÑOLAS
Y DEL CONSEJO SUPREMO FEMINISTA DE ESPAÑA,
Y PRIMERA MUJER CONCEJAL DEL AYUNTAMIENTO DE SEGOVIA
Por el Dr. Marqués de la Floresta, cronista de Castilla y León
María Espinosa y Díaz vino al mundo en Estepona (Málaga) el 13 de mayo de 1875, siendo hija de don Antonio Espinosa Aguilar, comerciante, y de doña Juana Díaz Martín. Utilizó durante toda su vida los apellidos de Espinosa de los Monteros y Díaz de Santiago, que le han dado fama, a pesar de que civilmente su nombre fue el de María Espinosa Díaz. Casada en 1905 con don Antonio Torres Chacón, licenciado en Derecho (*Jerez de la Frontera, Cádiz 5 de mayo de 1873 y †Buenos Aires c.1940), el matrimonio tuvo dos hijos, Antonio (1907-1991) y Álvaro (1909-1959); pero seis años después, en 1911, se separó.
Durante sus primeros años, María se crio en su Estepona natal, hasta que su madre, habiendo enviudado, contrajo segundas nupcias y se trasladó con ella a Madrid. Recibió una educación superior a la de sus congéneres de la época, e incluso parece ser siendo jovencita viajó por Francia e Inglaterra, aprendiendo idiomas.
Fue en esos países donde observó la presencia femenina en las actividades laborales, interesándose por la introducción en España de las máquinas de escribir, intuyendo que, a través de la mecanografía naciente, la mujer podría acceder al mundo laboral y a una formación especializada. En 1898 se convirtió en directora de un establecimiento comercial recién creado en Madrid, la Casa Yost (filial de The Yost Typewriter Machine Company Limited, de Bridgeport, Connecticut), que comercializaba las máquinas de escribir de la misma marca. Así, estableció sus oficinas y su vivienda en la calle de Espoz y Mina 17. En el periódico londinense Pitman’s Phonetic Journaldel 13 de junio de 1903, entrevistó a mister Milton Bartholomew, de la casa Yost Typewriter Company, que se expresó así al referirse a la joven María: Pienso que he dispuesto en este país algo sin precedentes anteriores en el negocio de las máquinas de escribir. He designado a una señora como directora para la mayor parte de España. Ella es una dama española, y es una de las mujeres empresarias más inteligentes con las que jamás he tratado. Ella habla inglés con mucha fluidez, actualmente es directora y tendrá poderes legales de apoderada para firmar por parte de la empresa. Ella no es sólo una directora capaz, sino también una vendedora extremadamente inteligente que, cuando asiste a una competición para demostrar las ventajas de nuestra máquina, los otros competidores no desean participar. Durante más de veinte años, doña María dirigiría la empresa con gran éxito, y de su capacidad dan buenas pruebas el que el propio Rey Don Alfonso XIII tuviera una máquina Yost para su uso particular; que María cobrase un sueldo de mil pesetas mensuales, muy crecido para la época, más el 7’5% de comisión de ventas; y que, al dejar la dirección en 1921, María fuese sustituida por tres varones.
En 1910, el matrimonio y sus dos hijos residían en un hotelito de la calle de Don Eduardo 10, en la entonces villa de Vallecas (Madrid). Allí debió conocer María a la que había de ser su amiga más entrañable e inseparable: Ana Picar Rodríguez, también jerezana (1873-1953), que en aquel lugar poseía una finca. Las peculiaridades de esa amistad íntima, que el marido de María no admitió, arruinaron el matrimonio.
La decisión de separarse de su marido fue llevada a efecto por doña María en diciembre de 1910, de la manera más abrupta y hostil que pueda imaginarse –los autos judiciales llegaron hasta el Tribunal Supremo-, y no dejó de tener consecuencias notables en la trayectoria vital de nuestra biografiada. Su marido, que era empleado de la Casa Yost hasta entonces, perdió su empleo, su casa, sus ahorros y la guarda y custodia de sus hijos: entonces emigró a la Argentina, de donde nunca regresó –fundó y dirigió empresas en Buenos Aires, donde residía en 1937, y donde murió antes de 1946-. Doña María quedó al cargo de sus dos hijos, entonces muy pequeños, y retornó con su inseparable Ana –a la que simuló vender el hotelito vallecano-, al centro de Madrid, calle de Espoz y Mina 17.
Mujer de fuerte carácter, se mantuvo al frente de la Casa Yost y además promovió o se involucró en varios proyectos empresariales: así, en 1911, a poco de separarse de su marido, promovió junto a su íntima amiga Ana Picar la comercialización del Agua de Morataliz, iniciada en 1916; y por eso un año más tarde fue elegida vocal de la Asociación de Propietarios de Balnearios.
Pero la fama le vino a María Espinosa de los Monteros como activista en la lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres: a los 43 años de edad, el 20 de octubre de 1918 y en su propio domicilio madrileño de la calle Barquillo 4, fundó uno de las primeras entidades feministas de España, la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, redactando personalmente el programa asociativo, dirigido a mejorar la condición de la mujer y abogar por sus derechos civiles y políticos. Fue elegida presidente de la Asociación, y entre las asociadas estuvieron Consuelo González Ramos, Isabel Oyarzábal, Clara Campoamor, Elisa Soriano, María de Maeztu, Dolores Velasco, Benita Asas, Julia Peguero, Victoria Kent y la propia Ana Picar. Sus objetivos fueron lograr la igualdad de derechos de la mujer y el hombre, especialmente en lo referente al voto político, la elección de cargos, la composición de tribunales, la vida familiar, el acceso a profesiones liberales y la remuneración económica del trabajo. También abogaban a favor de la lucha contra la prostitución, la creación de escuelas para empleadas domésticas e hijos de obreras, la defensa de la lactancia o la denuncia del maltrato a la infancia.
El momento histórico era oportuno, pues justamente entonces concluía la Gran Guerra, que tanto trajo consigo para la emancipación y los derechos de la mujer. Por otra parte, doña María, en plena madurez, era una gran organizadora, que, por su feminismo moderado, contaba con simpatías y relaciones en muchos ámbitos, y en particular entre la Familia Real y entre los sectores gubernamentales, e incluso eclesiásticos –el propio Papa Benedicto XV había reclamado en 1919 el voto femenino-.
Entre sus primeras actividades asociativas, la obtención de una contrata por valor de 125.000 pesetas, con las que emplear a cincuenta de sus afiliadas más humildes en la confección de uniformes y ropa para el Ejército, con un jornal de cuatro pesetas (en lugar de las 1,75 o 2,25 pesetas que se pagaban habitualmente entonces. También promovieron la creación de la Juventud Universitaria Feminista, liderada por Maeztu, Soriano y Campoamor, con el objetivo de conectar con grupos feministas extranjeros a través de la participación en organizaciones internacionales de mujeres. Y crearon una revista mensual, Mundo Femenino, que fue órgano oficial de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, recogiendo artículos y noticias sobre las actividades feministas; su primer número apareció el 25 de marzo de 1921 y el último se publicó en 1936.
Siendo presidenta de la Asociación doña María Espinosa de los Monteros, en 1919 se constituyó el Consejo Supremo Feminista de España, integrado por cinco asociaciones: la propia Asociación Nacional de Mujeres Españolas, la Sociedad Progresiva Femenina, la Liga Española para el Progreso de la Mujer, la Sociedad Concepción Arenal de Valencia y la Asociación La Mujer del Porvenir de Barcelona. La presidencia de este Consejo correspondió también a doña María.
El 22 de enero de 1920 dictó doña María una importante conferencia en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, titulada Influencia del feminismo en la legislación contemporánea. A la que siguió un mes más tarde, en el Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona, otra titulada La emancipación de la Mujer.
Hacia el año de 1923, María Espinosa de los Monteros renunció a sus cargos, porque pasó a residir de asiento en Segovia, ciudad en cuya Academia de Artillería comenzaron entonces sus estudios sus dos hijos. Compró una casona situada en la calle del Pozuelo 1, que rehabilitó, y en la que habitó con sus hijos y con su íntima Ana Picar. Mientras tanto, continuó con sus negocios, sobre todo inmobiliarios, logrando reunir un crecido patrimonio.
Poco más tarde, en 1926, en plena dictadura primorriverista, se convirtió en la primera mujer que fue concejal en el Ayuntamiento de Segovia. Primo de Rivera demostró un notable interés por los derechos de la mujer, promoviendo reformas legales atinentes a la protección en el trabajo, facilidades para cursar estudios universitarios, cargos en el gobierno municipal, etcétera. Fue aquella dictadura monárquica –y no en la posterior época republicana- la que concedió los primeros derechos políticos a las mujeres españolas: el Estatuto Municipal, de 1924, otorgaba el voto a las mujeres en las elecciones municipales -con algunas restricciones-, y poco más tarde reconoció el derecho al voto a todos los españoles mayores de 18 años, sin distinción de sexo. Así, en la Asamblea Nacional constituida en 1927, las mujeres lograron algunos escaños. Fue por entonces, pues, cuando las mujeres españolas se incorporaron a la vida pública plenamente: una de ellas fue doña María Espinosa de los Monteros, porque, aun siendo feminista declarada y pionera en la defensa de los derechos de las mujeres, era también una persona de orden, y por eso miembro de la Unión Patriótica, el partido civil que sostenía al dictador.
El 11 de enero de 1926, doña María Espinosa de los Monteros tomó posesión de una concejalía del Ayuntamiento de Segovia, por designación gubernativa. Durante su mandato, su principal empeño fue la creación de un Salón del Turismo y oficina en las dependencias municipales. Formó un fichero de los hoteles y alojamientos de toda España; hizo colocar placas por toda la ciudad para guiar a los visitantes; hizo imprimir 15.000 folletos divulgativos, otras 50.000 postales en color (con diez imágenes distintas), y otros 6.000 itinerarios gráficos de los monumentos segovianos; envió esos folletos y esas postales a distintas librerías y puntos de venta de toda España –sobre todo de Madrid y Barcelona-; envió 1790 paquetes de propaganda a todas y cada una de las embajadas y consulados españoles de todo el mundo, y a distintas entidades de Francia, Bélgica, Inglaterra y los Estados Unidos de América; y contrató a un empleado que, además de atender la oficina, se personaba en la estación a la llegada de cada tren para repartir folletos e informaciones. Todo este desarrollo fue no solo rápido sino modélico –hasta el punto de que los munícipes de Toledo, Granada y Sevilla pidieron información precisa a Segovia, para aplicarlo en sus ciudades-, y pone de manifiesto la inteligencia, la capacidad de trabajo y las grandes dotes organizativas de la señora de Espinosa.
También promovió como concejal algunas iniciativas; por ejemplo, las dirigidas a que Segovia diese el nombre de algunas de sus calles a Santa Teresa de Jesús y a San Juan de la Cruz (noviembre de 1926), y a que la ciudad nombrase su cronista oficial al erudito don Ildefonso Rodríguez (marzo de 1927).
Doña María hizo dimisión de su concejalía el 13 de marzo de 1928, siendo inútiles los esfuerzos del alcalde y demás concejales para retenerla en el cargo. Notemos que ya entonces había cumplido los 51 años –edad crecida para las mujeres de la época-, que se hallaba delicada de salud, padeciendo sus pulmones de bronquiectasia, y que pasaba largas temporadas fuera de Segovia.
El golpe de Estado republicano de 1931 la sorprendió, pues, ya mayor y retirada de su actividad feminista. No sabemos dónde pasó la guerra civil, pero sí que, en fecha desconocida, y a causa de su enfermedad pulmonar, doña María Espinosa de los Monteros se trasladó a vivir a Alicante, en cuyas afueras adquirió la finca El Pantanet. Allí debió acompañarla su íntima amiga Ana Picar, de la que no se separó nunca -hasta el punto de que sus familiares publicaron en el diario ABC, en 1953, una esquela mortuoria conjunta, a nombre de las dos íntimas amigas-. En El Pantanet falleció doña María el 18 de diciembre de 1946, siendo sepultados sus restos en el cementerio municipal alicantino.
En 1915 le había sido concedida por el Rey la cruz de la Orden Civil de Alfonso XII (hoy de Alfonso X el Sabio), en justa recompensa a los extraordinarios servicios prestados a la cultura femenina e infantil, así como por su gran altruismo en favor de cuanto con la enseñanza se relaciona. Y en 1927 había sido nombrada Hija Predilecta de Estepona. Más modernamente, en 1978, el Ministerio de Cultura creó el Premio María Espinosa para galardonar los mejores trabajos científicos y periodísticos que traten la situación jurídica, social, laboral y cultural de la mujer en España, así como los referidos a su integración y equiparación en la actual sociedad. Lamentablemente, este premio desapareció en 1984.
De su carácter y de su genio da buena idea una anécdota familiar que no quiero dejar de referir al lector. En la casa de mi abuelo el doctor Gila había un bonito escritorio de estilo art nouveau, en cuyo interior hallé hace muchos años una tarjeta de visita de doña María, dirigida a mi bisabuelo el doctor Segundo Gila, y en ella estaba escrito esto sobre su nombre: En recuerdo de una noche memorable. Caramba, pensé yo, qué frescura la de la señora Espinosa –de quien no había oído hablar nunca hasta entonces-. Mi madre me lo aclaró enseguida: doña María había regalado ese bonito escritorio, con la tarjeta dentro, a mi bisabuelo don Segundo, tras el trance de un parto de doña María terriblemente complicado, en el que aquel doctor Gila logró salvar las vidas de madre e hijo, y de ahí la dedicatoria y el obsequio.
Fuentes: Archivo Municipal de Segovia (Actas, Padrones documentos varios). Archivo Histórico Nacional (Fondos Contemporáneos-Tribunal Supremo 568/1596; Universidades 4805/29). Mónica Moreno Seco, “El feminismo moderado de María Espinosa de los Monteros”, en Entretejiendo saberes: Actas del IV Seminario de la Asociación Universitaria de Estudios de Mujeres (AUDEM), Sevilla 17 al 19 de octubre de 2002, vol. 1 (2003). Paloma Díaz Fernández, “La dictadura de Primo de Rivera. Una oportunidad para la mujer”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, 17 (2005), págs. 175-190 (cita en la p. 179). Laura Branciforte, “Experiencias plurales del feminismo español en el primer tercio del siglo pasado: un balance de la historiografía reciente”, Revista de Historiografía,22 (2015), págs. 235-254. Enrique Benítez Palma, “María Espinosa de los Monteros: feminista y coherente”, La tribu, 10 de marzo de 2017.
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