por admin | 15 Oct 2018 | Órdenes y condecoraciones
Es bien conocida la costumbre, ya antigua en nuestro ámbito político más alto -si es que tiene alguna altura ese ambiente-, de que a los ministros del Gobierno de España que han dejado de serlo se les premie y condecore por el Gobierno que les sucede tras las inevitables elecciones, generalmente con la gran cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III -llamada por eso, en afortunada frase del gran periodista Antonio Burgos, la cruz de los caídos-; o, de haber sido condecorados ya con ella anteriormente, con la gran cruz de otra Orden del mismo elevado rango.
Al mismo tiempo, los secretarios de estado y subsecretarios solían ser distinguidos con la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica, y los directores generales y otros altos cargos, con la gran cruz de la Orden del Mérito Civil.
Por cierto, el Gobierno presidido desde 2012 por don Mariano Rajoy Brey, si bien condecoró con la gran cruz de Carlos III a los ministros socialistas salientes, en cambio no observó esta otra parte de la costumbre de condecorar a los altos cargos que les seguían en rango, ocasionando así algunos enfados, pero sobre todo una anomalía política y premial, y un agravio comparativo que, por ahora, se mantienen.
No así respecto de los secretarios de estado y subsecretarios del último Gobierno del centro-derecha, a quienes el gabinete presidido hoy por don Pedro Sánchez Pérez-Castejón, ha distinguido según aquella costumbre, con una generosidad digna de encomio. El Boletín Oficial del Estadoha publicado varios reales decretos fechados el 7 de septiembre último, agraciando con la gran cruz de la Orden del Mérito Civil a don Rubén Fausto Moreno Palanques, don Roberto Bermúdez de Castro Mur, doña María González Pico, don José María Jover Gómez-Ferrer, don David Villaverde Page, doña Irene Garrido Valenzuela, doña María Luisa Poncela García, doña Carmen Vela Olmo, don Alfredo González Panizo Tamargo, don Mario Garcés Sanagustín, doña María Jesús Fraile Fabra, don Marcial Marín Hellín, don Fernando Benzo Sáinz, don José Ramón Lete Lasa, don José Canal Muñoz, don Tomás Burgos Gallego, don Juan Pablo Riesgo Figuerola-Ferretti, don Pedro Llorente Cachorro, don Daniel Navia Simón, don José María Lassalle Ruiz, doña Matilde Pastora Asían González, don Pablo García-Manzano Jiménez de Andrade, doña María García Rodríguez, don Jaime Haddad Sánchez de Cueto, don Agustín Conde Bajén, don Arturo Romaní Sancho, don José Enrique Fernández de Moya Romero, don Alberto Nadal Belda, doña Elena Collado Martínez, don Felipe Martínez Rico, don José Antonio Nieto Ballesteros, don Luis Aguilera Ruiz, don Julio Gómez-Pomar Rodríguez, doña Rosana Navarro Heras, don José Luis Ayllón Manso, doña Cristina Ysasi-Ysasmendi Pemán, doña Eva Valle Maestro, doña Carmen Martínez Castro, doña María Rosario Pablos López, don Ildefonso Castro López, don Jorge Toledo Albiñana, don Fernando García Casas, doña Beatriz Larrotcha Palma, doña Carmen Sánchez-Cortés Martín, don Eugenio López Álvarez y doña Áurea María Roldán Martín.
Pero ahora acabamos de asistir a otra anomalía premial muy notable, que sin duda merece que le dediquemos algunas líneas.
Como es públicamente conocido, por primera vez en los casi cuarenta años de democracia en España el Congreso de los Diputados reprobó a un ministro. Fue en octubre de 2016 -en comisión, no en pleno-, y tocó en suerte al ya entonces ministro del Interior en funciones, don Jorge Fernández Díaz. Posteriormente, el 16 de mayo de 2016, el pleno de la misma Cámara parlamentaria reprobó a don Rafael Catalá Polo, ministro de Justicia, y al fiscal general del Estado don José Manuel Maza, fallecido poco después. En junio del mismo año, fue reprobado también el secretario de Estado de Interior, don José Antonio Nieto -que, sin embargo, acabamos de decir que ha sido ahora condecorado-.
Y el 29 de junio de 2017, el pleno del Congreso de los Diputados reprobó a don Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda.
Pocos meses después, el 24 de octubre de 2017, el pleno parlamentario reprobó a don Alfonso Dastis Quecedo, ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, y a don Juan Ignacio Zoido Álvarez, ministro del Interior. Y al primero volvió a reprobarle el Congreso de los Diputados en sesión plenaria de 6 de noviembre de 2017, gozando así del dudoso honor de ser el único ministro que en democracia ha merecido dos reprobaciones parlamentarias.
Posteriormente, todo el Gobierno presidido por don Mariano Rajoy Brey, fue censurado por el mismo Congreso de los Diputados en sesión del 1º de junio de 2018, lo que provocó su destitución ipso iure, en aplicación de las normas contenidas en la Constitución Española de 1978.
Y, sin embargo de concurrir en aquellos miembros del Gobierno de don Mariano Rajoy las expresadas circunstancias de reprobación, y en todo caso la de censura de todos y cada uno de ellos, el Gobierno presidido por don Pedro Sánchez Pérez-Castejón, ha decidido proponer a S.M. el Rey el premio de condecorarles a todos ellos con la sólita gran cruz de la Orden de Carlos III -menos al presidente Rajoy y al ministro Montoro, que ya la habían recibido con anterioridad-. Y así se ha verificado mediante varios reales decretos fechados el 3 de agosto de 2018, según consta en el Boletín Oficial del Estado.
Y estos hechos nos dejan perplejos, y nos suscitan algunas dudas y consideraciones.
¿Significa todo esto que el actual presidente del Gobierno ha querido premiar a sus adversarios políticos, a pesar de haber sido reprobados y censurados por el Congreso de los Diputados?
¿Significa todo esto que el actual presidente del Gobierno desprecia los acuerdos de reprobación y de censura tomados por la mayoría del pleno del Congreso de los Diputados?
¿Significa todo esto que, tras la derrota humillante de sus adversarios, el actual presidente del Gobierno ha querido escenificar de esta manera el perdón político de los vencidos?
¿Significa todo esto que el actual presidente del Gobierno prefiere hacer tamaño alarde de magnanimidad -de soberbia más bien- con el adversario vencido, al mantenimiento de sus propias reprobaciones y censuras hacia ellos, en ocasiones tan acres y tan virulentas?
Y es que, bien mirado, todo esto es bastante extraordinario, pues no parece muy lógico, sino que más bien es políticamente inadmisible, que en el ámbito de una democracia avanzada como lo es la española, se premie y se condecore a quienes han sido previamente reprobados por el Parlamento -Catalá Polo, Zoido Álvarez, Dastis Quecedo-, o bien a aquellos que han merecido tal censura parlamentaria por sus actos de gobierno, que ha causado su destitución fulminante.
Y es que una cosa es premiar y distinguir a los ministros que son relevados regularmente por haber perdido unas elecciones ordinarias -por ejemplo, también los ministros del Gobierno Rajoy de los años 2012 a 2016-, y otra muy distinta a los ministros que han merecido la censura pública de la Patria -de la Soberanía Nacional-, representada por la mayoría de los diputados a Cortes, y la automática destitución por su mal proceder político.
¿Cómo lucirán las condecoraciones tan poco merecidas los últimos exministros agraciados así? Más les valdría quizá guardarlas en un armario, al menos hasta que dentro de algunos años se haya olvidado la afrentosa censura patria…
Quizá en el fondo, a más del desprecio de los propios actos parlamentarios por parte del actual presidente del Gobierno de España, lo que subyace bajo la graciosa e injustificada concesión de tan elevadas distinciones públicas, no es más que el desprecio gubernamental hacia el elevado carácter que, a tenor de las leyes vigentes, deberían tener nuestras más antiguas y respetables Órdenes nacionales.
En fin, todo lo ocurrido me parece bastante sorprendente, e incluso, por qué no decirlo, lamentable.
Dr. Vizconde de Ayala
por admin | 30 Ene 2018 | Órdenes y condecoraciones
S.M. el Rey Don Felipe VI (q.D.g.), se ha servido conceder al profesor Dr. Don Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, Vizconde de Ayala y Marqués de la Floresta, la insignia de Comendador de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, de la que ya había sido hecho Caballero por su augusto padre, S.M. el Rey Don Juan Carlos, en 10 de abril de 1997. Su Majestad ha venido en distinguirle así en atención a que, por segunda vez en su vida, con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos, ha prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación.
La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, fue fundada por el monarca homónimo el 19 de septiembre de 1771, con la finalidad de premiar el mérito en el servicio público, al Rey y al Estado. El lema del que la dotó su fundador desde su creación, «Virtuti et merito», es el mejor indicativo de esa finalidad de la Orden, pues son las virtudes personales y el mérito alcanzado en el servicio a la Corona y a la Nación las prendas personales que deben acompañar a quienes sean agraciados con tan Distinguida Orden. En esto, la Orden Española se significó respecto de las instituciones de honorificiencia de la época de su creación, y desde entonces no ha abandonado ese carácter: hoy en día, la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III se encuentra entre las más antiguas de las que actualmente se conservan en el mundo, y es la más alta distinción honorífica entretodas las Órdenes españolas.
El Dr. Vizconde de Ayala es uno de los más conspicuos representantes de la Nobleza histórica española en el ámbito de la alta Cultura patria, toda vez que es uno de los poquísimos españoles que pueden enorgullecerse de haber merecido tres veces el grado de doctor (en Derecho, en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, y en Historia medieval y moderna), logrados en tres Universidades públicas distintas. Cronista de Castilla y León desde 1991, decano de los Correspondientes en Segovia de las Reales Academias de la Historia y de Jurisprudencia y Legislación, antiguo profesor de las Universidades de Valladolid y de Lisboa, capitán de la Marina Mercante y antiguo oficial de la Armada Española, es autor nada menos que de cuarenta y ocho libros, y de más de cuatrocientas cincuenta monografías y artículos, en los que se manifiesta bien a las claras su enorme erudición, sus vastos saberes, y su no menos admirable dedicación -tanto al trabajo académico como al servicio público-.
Comendador de número de las Órdenes de Isabel la Católica, Mérito Civil, Beneficencia y San Raimundo de Peñafort, comendador de la Orden Militar de Santiago de la Espada (Portugal) y de la Orden de la Stella d’Italia, y caballero de la Legión de Honor francesa, a lo largo de su vida ha sido condecorado catorce veces por el Rey de España, y otras diez por varios Gobiernos extranjeros -Francia, Italia, Rusia, Guatemala, Ucrania y otros-.
Ha sido el impulsor de muchas obras de promoción cultural, entre las que se cuentan la reorganización de la Real Junta de Nobles Linajes de Segovia y de la Académie Belgo-Espagnole d’Histoire, y la fundación de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, de la Academia Melitense, de la Real Academia Española de la Mar, y de la Maestranza de Caballería de Castilla, por citar tan solo las más famosas y activas. Y también ha sido uno de los principales autores del Diccionario Biográfico Español, de la Real Academia de la Historia, habiendo redactado más de 400 referencias -el 1% del total de la obra, impresa en cincuenta tomos-.
Últimamente ha dado a luz tres importantes estudios histórico-institucionales, publicados por la Agencia del Boletín Oficial del Estado, en coedición con la Presidencia del Gobierno, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, y la Real Casa de la Moneda-Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, que tratan de la Real y Americana Orden de Isabel la Católica, la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, y El Tribunal Supremo de Justicia del Reino de España. Y ha sido uno de los comisarios de la magna exposición sobre la Orden Española en el Museo de la Casa de la Moneda, que mostró más de cuatrocientas piezas, procedentes de sesenta museos y colecciones nacionales y extranjeras.
Es por estos méritos y servicios por los que el profesor Marqués de la Floresta, ha merecido la promoción que anunciamos en la Orden Española: actualmente, se cuentan en ella poco más de cuarenta comendadores.
Los mismos méritos y servicios le han procurado la amistad y el afecto de sus numerosos y excelentes amigos, y también la enemiga envidiosa de un puñado de hombres incompletos y de mediocres resentidos. Pero de su animoso carácter y de su hombría de bien, decía con mucha justicia el texto de la placa de homenaje que se entregó en Segovia hace varios años: talento clarísimo, alma noble y corazón de niño.
Su Majestad el Rey ha procedido sin duda con justicia, acierto y oportunidad al otorgar esta preciada y exclusiva Encomienda carolina a nuestro director, buen amigo y mejor maestro. Y todos sus amigos y discípulos nos congratulamos por eso con el Vizconde Marqués, Dios le bendiga.
Laus Deo.
El consejo de redacción de los Cuadernos de Ayala
por admin | 8 Abr 2016 | Órdenes y condecoraciones
Desde tiempos ya remotos, la Corona de España -el Estado- han querido regular convenientemente el uso de condecoraciones extranjeras por parte de los ciudadanos españoles. Es una larga tradición legal que arranca de la pragmática del Rey Don Felipe III promulgada en Madrid en 1609, que castigaba con pena de seis años de destierro y 500 ducados de multa a los naturales y residentes en estos Reinos que usasen públicamente de insignia o hábito de una Orden concedida por príncipe extranjero -está inserta en la Nueva Recopilación, ley 10 del título 6 del libro 1º; y en la Novísima Recopilación, ley X del libro VI-. Además, los reales decretos de 6 de enero de 1815, 12 de mayo y 5 de agosto de 1818, 4 de febrero y 7 de noviembre de 1824. Posteriormente se dictó el real decreto de 5 de junio de 1916, en vigor hasta 2014, y en su consecuencia las órdenes circulares 572 (5 de julio de 1916), 642 (22 de septiembre de 1919), 650 (16 de diciembre de 1919), 2474 (25 de mayo de 1955), 2675 (29 de marzo de 1965), 2756 (8 de febrero de 1971) y 3199 (28 de octubre de 1994).
La reciente Orden Circular 4/2014, de 28 de noviembre de 2014, promulgada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, y circulada por su Subsecretaría a todas las Representaciones Diplomáticas de España en el extranjero y a los órganos centrales del Departamento, que contiene las Instrucciones sobre el uso de condecoraciones extranjeras por ciudadanos españoles, es en la actualidad la norma que rige en esta particular materia.
En el preámbulo de esta norma se reitera que sólo son susceptibles de uso oficial en España, previa autorización del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (asentimiento nacional), aquellas Órdenes y condecoraciones que hayan sido conferidas por los Estados, de acuerdo con el concepto que a este respecto defiende el Derecho Internacional Público. Pero seguidamente se añade que además, y con el fin de atajar la aparición o subsistencia de presuntas Órdenes o pseudo-Órdenes que presentan denominaciones equívocas y son de dudosa legalidad, parece aconsejable que dicha autorización pueda extenderse puntualmente al uso de las insignias de las Órdenes históricas extranjeras que, como la Soberana y Militar Orden de San Juan de Jerusalén o de Malta, la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén o la Sagrada y Militar Orden Constantiniana de San Jorge, fueron tuteladas por la Corona de España o se hallan estrechamente vinculadas a su historia. Como también aquellas distinciones otorgadas a españoles por los Organismos Internacionales más calificados (ONU, OTAN, UE, etcétera), con los que España, siendo Estado miembro de los mismos, participa de una manera activa en sus acciones internacionales.
En consecuencia, el articulado de la norma mantiene la tradicional y ya antigua prohibición, a todos los ciudadanos españoles, de aceptar y de usar condecoraciones extranjeras sin la preceptiva autorización del Gobierno de la Nación (artículo 1). Dicha autorización puede obtenerse, bien directamente por la vía diplomática -cuando sea solicitada por el Gobierno extranjero concedente-, o a instancia del interesado, mediante instancia documentada dirigida al Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (artículo 2). La autorización de uso se limita a las recompensas civiles y militares concedidas por Estados con los que España mantiene relaciones diplomáticas; aunque también se extiende puntualmente al uso de las insignias de aquellas Órdenes extranjeras que mantienen una relación multisecular con España, bien porque fueron tuteladas por la Corona, bien por su implantación histórica en nuestro país (artículo 3). También se autoriza el uso de recompensas civiles y militares que sean otorgadas por Organismos Internacionales a los que España pertenezca como Estado Miembro, previa concesión del asentimiento nacional previsto en la presente Orden (artículo 4). El otorgamiento del asentimiento nacional exigirá la presentación inexcusable de la cédula o diploma de la concesión -o copia fehaciente de la misma-, acompañada de su traducción jurada (artículo 5). Todas las peticiones serán atendidas y resueltas por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, previo informe en su caso del órgano de la Administración Pública del que dependa el interesado (artículo 6). Por último, se dispensa del trámite cuando la remisión de la condecoración extranjera se haga a través del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, facultando tácitamente al condecorado para su aceptación y uso (artículo 7).
En resumen, y como aviso de navegantes: los ciudadanos españoles no pueden aceptar ni usar oficialmente ninguna condecoración extranjera -sea estatal, sea caballeresca e históricamente vinculada a España, o sea de Organismos Internacionales-, sin que medie la preceptiva autorización o asentimiento nacional del Gobierno de la Nación, que se tramita por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación.
Dr. Vizconde de Ayala
por admin | 1 Ago 2015 | Heráldica, Historia de la corte, Órdenes y condecoraciones
Para amenizar este verano, la lectura de los últimos números de nuestra revista. El sumario del número 61 es este que sigue:
Editorial: De Miguel de Cervantes, de Teresa de Jesús, y del bicentenario de la Real Orden de Isabel la Católica
[3-4] Novedades, cursos y encuentros
[5-7] En los orígenes de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo: el general Gaetanop Pastore y la Brigada Siciliana (1812-1814), por el Dr. Marqués de la Floresta y el Dr. Conde de Giraldeli
[8] ¿Por qué buscar los restos de Cervantes?, por D. Fernando de Prado y Pardo-Manuel de Villena
[9-17] Jehan Lhermite, un peón del Duque de Lerma en la Cámara de Felipe II, por el Dr. D. Juan Cartaya Baños
[18-22] La Real y Americana Orden de Isabel la Católica en su bicentenario, por el Dr. Marqués de la Floresta
[23-24] Las armerías del Solar de Valdeosera en un ex-libris dieciochesco de monseñor Mayoral, arzobispo de Valencia, por el Dr. Marqués de la Floresta
[25-26] Revista de libros
[27] Revista de revistas
[28-30] De gentes de bien
[32] Versos de historia y tiempo: Marqués de Lozoya: Soneto. Humor: heráldica bufa alemana del siglo XVI.
por admin | 29 Sep 2014 | Órdenes y condecoraciones
Por el Dott. Aldo della Quaglia
Como es conocido del público, poco antes del pasado verano, S.A.R. el Príncipe Don Carlo María de Borbón de las Dos Sicilias, Duque de Castro y Jefe de la Real Casa de Borbón de las Dos Sicilias, como Gran Maestre de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge (Sacro Militare Ordine Costantiniano di San Giorgio), ha renovado completamente el gobierno de la Orden, designando Gran Prefecto al S.E. el Embajador Don Augusto Ruffo di Calabria, de los Príncipes de Scilla, bailío gran cruz de justicia; Gran Inquisidor a S.E. Don Fabrizio Colonna, de los Príncipes de Paliano, gran cruz de justicia; Gran Canciller a S.A.R. la Princesa doña Beatrice di Borbone delle Due Sicilie, dama gran cruz de justicia; y Gran tesorero a S.E. Claudio Montini, notario, gran cruz de mérito. Y confirmando como Gran Prior a Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Renato Raffaele Martino, bailío gran cruz de justicia condecorado con el collar.
Con motivo de esta importante renovación, el Gran Maestre ha convocado en Roma, en los días 12 al 14 de septiembre, un encuento intercolegial, al que han concurrido noventa personas, entre las que se cuentan los oficiales de la Real Casa y miembros de la Real Deputazione y de otros órganos corporativos y de las demás Órdenes Reales de la Casa, a más de los delegados y vicedelegados territoriales constantinianos. Por parte española acudieron el delegado, Excmo. Señor D. Bruno Gómez-Acebo y de Borbón, primo hermano de S.M. el Rey Don Felipe VI, y el antiguo delegado Excmo. Señor Vizconde de Ayala y Marqués de la Floresta, Duque de Ostuni en Nápoles -ambos son caballeros gran cruz de justicia de la Orden-.
El encuentro se inició con una espléndida cena ofrecida el viernes 12 a todos los convocados por SS.AA.RR. en el prestigioso y elegantísimo Circolo della Caccia.
A primera hora de la mañana del sábado 13 de septiembre dieron comienzo los trabajos corporativos en los salones del acuartelamiento Pío IX -que data de los lejanos días días del Papa-Rey-, en el Castro Pretorio. Allí tuvo lugar el inicio de la reunión, con la invocación al Espíritu Santo por parte del Cardenal Martino.
S.A.R. abrió la sesión con un medido discurso en el que expresó de entrada que el acuerdo firmado con sus primos españoles es privado y familiar, y no afecta en modo alguno a la Jefatura de la Real Casa de las Dos Sicilias, ni al Gran Magisterio Constantiniano, dignidades ambas que actualmente corresponden a Su Persona. Seguidamente, presentó a cada uno de los cuatro nuevos grandes oficiales de la Orden, y puso de manifiesto los cambios que se propone acometer para el mejor funcionamiento de la Orden: su preferente dedicación asistencial, mediante la campaña El hambre de nuestro vecino (La fame del nostro vicino); y la mejora y centralización de las comunicaciones de la Orden (mediante su página web, la publicación anual de las Cronache Costantiniane, y la difusión periódica del Newsletter).
Seguidamente fueron tomando sucesivamente la palabra los dichos cuatro grandes oficiales. El príncipe Ruffo di Calabria, gran prefecto, explicó las nuevas orientaciones asistenciales de la Orden Constantiniana, y sus propósitos para organizar capítulos en Nápoles y en Asís, a más de un encuentro intercolegial como este, cada año. S.A.R. la Princesa Beatrice, gran canciller, se refirió al servicio que han de prestar los delegados, al perfil de los candidatos al ingreso en la Orden, y a la campaña asistencial antes aludida. El príncipe Colonna, gran inquisidor, habló de los principios y valores que caracterizan a la Orden Constantiniana (cristiandad, militancia católica, defensa de la Fe, deberes asistenciales) y de la necesaria ejemplaridad de todos los caballeros. Por último, el notario Montini, gran tesorero, explicó que la sede romana de la Cancillería se trasladará a unos locales mayores y más adecuados; que las delegaciones habrán de constituirse en asociaciones legales, y dotarse de una cuenta bancaria; que las cuentas y presupuestos de ingresos y gastos serán anuales, y tanto preventivos como finales; y que en adelante la obligatoridad del abono regular de las cuotas anuales será estricta, por entenderse que si no se abonan no se participa realmente en las tareas de la Orden, y por ende puede reconsiderarse la permanencia del caballero o dama.
En sucesivas intervenciones cruzadas, los grandes oficiales explicaron por menor las nuevas pautas de funcionamiento corporativo.
Seguidamente, fueron tomando la palabra los delegados territoriales de la Orden Constantiniana, explicando sus actividades y sus impresiones respecto de las propuestas que se habían planteado, y proponiendo en su caso nuevas iniciativas. El debate fue largo, intenso y enriquecedor, siendo moderado con acierto y precisión tanto por S.A.R. como por el Gran Prefecto. Recordemos, entre las intervenciones más brillantes y oportunas, la del príncipe Rúspoli y la de Anthony Bailey, delegado del Reino Unido e Irlanda.
Concluidos los trabajos a media tarde, S.A.R. el Duque de Castro procedió a cerrar la sesión, rezando de nuevo los presentes una oración dirigida por Su Eminencia el Gran Prior, Cardenal Martino.
Seguidamente, SS.AA.RR. y demás asistentes se trasladaron al Palacio Colonna, donde visitaron la espléndida pinacoteca y los no menos espléndidos salones -dignos de un palacio real-, participando allí mismo en una memorable cena.
En la mañana del domingo 14 de septiembre, en la Basílica dei Santi Apostoli, se celebró un solemne capítulo: misa solemne, en latín y cantada, presidida por Su Eminencia el Gran Prior, Cardenal Martino. A ella asistieron SS.AA.RR. Carlo Maria y Camilla, Duques de Castro, con sus hijas las bellísimas y simpáticas Princesitas María Carolina y María Chiara, y dos centenares de caballeros y damas, todos revestidos de los mantellos ceremoniales e insignias. Tras la misa mayor, y ya disuelto el capítulo, SS.AA.RR. saludaron y departieron con los asistentes en uno de los claustros de la basílica, fotografiándose con ellos. Así concluyó este importante encuentro romano de la Sacra y Militar Orden Constantinana, del que tantos buenos frutos cabe esperar. Laus Deo.
por admin | 28 Mar 2014 | Órdenes y condecoraciones
dedicado a su buen amigo el Embajador Yuri P. Korchagin
por el Prof. Dr. D. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, Vizconde de Ayala
A pesar de que las relaciones diplomáticas hispano-rusas datan de mediados del siglo XVII, y de que pasaron a lo largo de los siglos por momentos de notable intensidad -por ejemplo, cuando el Zar Pedro el Grande envió a varios jóvenes nobles a estudiar en Cádiz, en la Real Compañía de Guardias Marinas, allá por el 1719-, la concesión de cruces de las Órdenes Imperiales rusas a ciudadanos españoles solo fue habitual a partir de la alianza hispano-rusa de 1812 contra Napoleón, generalizándose más a partir de la posguerra, y a lo largo del siglo XIX. Los ciudadanos españoles que recibieron condecoraciones rusas fueron numerosos en ese periodo histórico, hasta que la revolución comunista de 1917 dio al traste con la monarquía zarista. Las relaciones diplomáticas hispano-rusas solamente volvieron sostenerse durante el breve periodo de 1933-1939 (sobre todo desde 1936, al estallar la guerra civil española), y ya continuamente a partir del restablecimiento pleno en 1977.
A media mañana del martes 7 de marzo de 1916 fallecía en Madrid, a causa de una pulmonía que lo acabó en cinco días, el que desde 1909 era embajador extraordinario y plenipotenciario de Su Majestad Imperial el Zar Nicolás II, Emperador y Autócrata de todas las Rusias, excelentísimo señor Fyodor Andréyevich Budberg (o Fedor Pavel Andrei Andreyevich von Budberg, llamado en España Barón Teodoro de Budberg). Descendiente de la ilustre y antigua familia de los Budberg de Boeninghausen (Westfalia), radicados en la Curlandia rusa desde la Edad Media, el diplomático, nacido en 1851, había sido antes consejero imperial y embajador en Estocolmo. Era soltero y no tenía parientes cercanos en España.
Inmediatamente de anunciarse el fallecimiento, acudieron a la sede diplomática un representante del Rey Don Alfonso XIII, el presidente del Consejo de Ministros Conde de Romanones, y el Cuerpo Diplomático acreditado en Madrid, en pleno. Además, el ministro de la Guerra envió inmediatamente al palacio de la Embajada de Rusia, un destacamento de oficiales y soldados del Regimiento de Lanceros de Farnesio -del que el Zar Nicolás II era coronel honorario desde 1908-, para que por velasen el cadáver y diesen guardia de honor a la enlutada Embajada. Y es que era habitual en la corte española que cuando en ella fallecía un embajador residente, el entierro y funerales tuviesen carácter de duelo oficial, hasta el punto de que la Gaceta de Madrid publicó el 9 de marzo un real decreto disponiendo que al cadáver se le rindiesen los honores fúnebres que la Ordenanza señala para el capitán general del Ejército que muere en Plaza con mando en Jefe.
Y así, a primera hora de la tarde del viernes 10 de marzo, a pesar de la intensa lluvia que cayó en Madrid, los restos del embajador Barón de Budberg fueron llevados a enterrar con tales honores, es decir con una comitiva militar formada por un piquete de la Guardia Civil, cuatro piezas del 5º regimiento Montado de Artillería, un batallón del Regimiento Inmemorial, el armón de artillería con el féretro (cuyas ocho cintas llevaron los presidentes del Senado y del Congreso, el jefe superior de Palacio, el subsecretario de Estado, el capitán general del Ejército más antiguo y el único de la Armada, y el embajador y el ministro plenipotenciario más antiguos), un zaguanete de Reales Guardias Alabarderos, una sección del Escuadrón de la Escolta Real, el capitán general de Madrid, y cerrando una sección del Lanceros de Farnesio. Las demás tropas de la guarnición cubrieron toda la carrera, con uniforme de gala. Presidió el duelo S.A.R. el Infante Don Carlos de Borbón, en representación del Rey, con el encargado de negocios ruso, el primer secretario señor Georges Solovieff(1) y el cónsul general ruso en Barcelona príncipe Gagarin, a quienes seguían el presidente del Consejo de Ministros y los ministros de Guerra y de Hacienda, los jefes superiores de Palacio, y los embajadores de Francia, Inglaterra y Estados Unidos, con otros muchos representantes diplomáticos, la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Madrid, la colonia rusa y varias comisiones del Ejército, Armada, Tribunal de las Órdenes, las cuatro Órdenes Militares, Tribunal de Cuentas, Consejo Supremo de Guerra y Marina, Tribunal Supremo, Consejo de Estado, Ministerio de Estado, Senado y Congreso, etcétera. Desde el palacio de la Embajada, sita en el paseo de la Castellana 34, descendió la comitiva fúnebre por el paseo de Recoletos hasta llegar por el Prado a la plaza de Moyano, donde se le rindieron al cadáver los últimos honores. Despedido ya el duelo ante el Real Jardín Botánico, tras los disparos de las salvas y el desfile de las tropas, el féretro sobre el armón y la escolta militar continuaron hasta el Cementerio Británico, donde se dio cristiana sepultura a los restos del infortunado embajador Barón de Budberg(2).
Agradecido el Zar por esas muestras de respeto y cortesía a su difunto embajador -muestras en realidad hechas al Imperio ruso, al que el embajador representaba en España-, tuvo a bien dignarse a conceder varias condecoraciones imperiales -19 cruces y 34 medallas- a varios jefes, oficiales y clases de tropa del Regimientos de Infantería del Rey nº 1, el Inmemorial; de los Regimientos de Lanceros de Farnesio, 5º de Caballería -del que el Zar era coronel honorario desde 1908-, y de Húsares de la Princesa, 19º de Caballería; del 5º Regimiento Montado de Artillería, y del 2º Regimiento de Zapadores Minadores. Esos fueron los Cuerpos armados que rindieron esos honores, tanto en la Embajada haciendo guardia al cadáver (los Lanceros de Farnesio), como haciendo las salvas, cubriendo la carrera y acompañándolo hasta el cementerio (los demás).
Los 53 agraciados por esta muestra del aprecio imperial fueron los jefes, oficiales sargentos, cabos y soldados que siguen:
– Con la encomienda de la Orden Imperial de Santa Ana, D. José Roselló Aloy, teniente coronel del Inmemorial; y D. Miguel Feijoo Pardiñas, coronel de Húsares de la Princesa.
– Con la cruz de caballero de la Orden Imperial de Santa Ana, D. José Escribano Aguado, capitán del Regimiento Inmemorial del Rey; D. Antonio Sarraiz Valcarce, capitán de Húsares de la Princesa; D. Genaro Ribot Pou, capitán de Lanceros de Farnesio; D. José López García, capitán del 5º Montado de Artillería; y D. Antonio Fernández Albalat, capitán del 2º de Zapadores Minadores.
– Con la encomienda de la Orden Imperial de San Estanislao, D. Francisco Mª de Borbón, comandante del Inmemorial; D. Antonio Santa Cruz Lamayor, teniente coronel de Húsares de la Princesa; y D. Javier de Mencos y Ezpeleta, comandante de Lanceros de Farnesio.
– Con la cruz de caballero de la Orden Imperial de San Estanislao, D. Miguel Fernández de la Puente y D. Manuel Barrera González, tenientes del Inmemorial; D. Jaime de Alós Rivero, teniente de Húsares de la Princesa; D. José Marchesi Butler y D. Joaquín Asenjo Espinosa, tenientes de Lanceros de Farnesio; D. Jaime Altarriba y Porcel, Barón de Sangarrén, y D. Jaime Ferrer Asín, tenientes del 5º Montado de Artillería; y D. Antonio Bustos Ansart, teniente del 2º de Zapadores Minadores.
– Con la medalla al cuello, D. Belisario Calles Pachón, sargento de Lanceros de Farnesio; y D. Adolfo Olaya, sargento del 5º Montado de Artillería (que fue el que condujo el armón con el féretro).
– Con la medalla al pecho, D. Francisco Lucas Hernández, D. Camilo Cuadrado Domínguez, D. Ignacio Toral García y D. Ramón Prieto Santiago, cabos de Lanceros de Farnesio; D. Sergio Herrero Inés y D. Arsenio Santos Sáez, trompetas del mismo Regimiento; D. Eugenio Llanos Castañón, herrador del mismo Regimiento; D. Avelino Osorio Fernández, D. Joaquín Fernández Rodríguez, D. Florentino Manzano Matilla, D. Sabino García Gago, D. Luis Gordón Ramírez, D. Pantaleón González Magro, D. Santos Rodríguez Macías, D. Bartolomé Bermejo Gómez, D. Adolfo García García, D. Francisco Fernández González, D. Félix Rodríguez Asensio, D. Alejandro Rascón Marcos, D. Sixto Ortega Monge, D. Nicasio Álvarez Menéndez, D. Simón Campa Fernández, D. Victorio Palmero Gutiérrez, D. Justo García Sanz, D. José Fernández Fernández, D. Rufino Cano Redondo, D. Mariano Arranz Barbolla, D. Paulino Gómez Juárez y D. Esteban Pérez Salvador, soldados de Lanceros de Farnesio; y D. Antonio Rodríguez, D. Eduardo Martínez y D. Emilio Gómez, soldados del 5º Montado de Artillería (estos últimos fueron los que acompañaron el armón con el féretro).
Recibidos los diplomas en Madrid, y enviados el 28 de octubre de 1916 al Ministerio de la Guerra, por este organismo se autorizó a los agraciados a lucir las respectivas insignias sobre su uniforme militar, con fecha del 4 de noviembre del mismo año, y se les remitieron sus diplomas(3).
Si bien las cruces de las Órdenes Imperiales de San Estanislao y de Santa Ana -con espadas, como dadas a personal militar- no plantean ningún problema de identificación, cosa distinta son las que en la documentación consultada se denominan simplemente medalla al cuello o medalla al pecho. Para aclarar cuáles serían esas medallas al cuello y medallas al pecho, diremos que el artículo 676 del Código del Imperio Ruso, establece las medallas Za userdie o Al celo, de oro y plata, con la efigie del Zar reinante en el anverso y el nombre de la medalla en el reverso, que se otorgaban por el largo servicio continuado, en doce clases nada menos. Esas doce clases eran, de menor a mayor, las siguientes: medalla de plata al pecho con cinta de la Orden de San Estanislao; medalla de plata al pecho con cinta de la Orden de Santa Ana; medalla de oro al pecho con cinta de San Estanislao; medalla de oro al pecho con cinta de Santa Ana; medalla de plata al cuello con cinta de San Estanislao; medalla de plata al cuello con cinta de Santa Ana; medalla de plata al cuello con cinta de la Orden de San Vladimiro; medalla de plata al cuello con cinta de la Orden de San Alejandro Nevski; medalla de oro al cuello con cinta de San Estanislao; medalla de oro al cuello con cinta de Santa Ana; medalla de oro al cuello con cinta de San Vladimiro; medalla de oro al cuello con cinta de San Alejandro Nevski; y por fin la rarísima medalla de oro al cuello con cinta de la suprema Orden de San Andrés(4).
Con estos antecedentes, todo parece indicar que a los soldados españoles se les concedería en 1916 el honor de lucir medallas Za userdie o Al celo, al pecho o al cuello según sus graduaciones, seguramente todas de plata y todas con la cinta de la Orden Imperial de San Estanislao. Tal y como constan representadas más arriba.
Posiblemente a estas gracias imperiales otorgadas a militares españoles, acompañarían otras similares conferidas a personas de la corte alfonsinas y del Cuerpo Diplomático, que hubiesen contribuido a los dichos funerales y honores póstumos al embajador ruso; pero si se dieron, de momento no las conocemos.
Creo que las que se han enumerado habrían sido, pues, las últimas condecoraciones imperiales rusas concedidas a ciudadanos españoles. Porque cuatro meses después, en febrero de 1917, la revolución rusa dio comienzo, y ante la presión del Gobierno Provisional de Kerensky, el Zar Nicolás II abdicó la corona imperial el 2 de marzo. Lo que vino después ya es de la Historia -triste y terrible Historia-.
N O T A S
1) También formaban parte de la legación el segundo secretario Barón Conrad de Meyendorff, el agregado militar capitán Souratoff, y el agregado naval señor Wladimir Dimitriew.
2) Los detalles del fallecimiento, velatorio y entierro del embajador, en la Gaceta de Madrid del 9 de marzo, página 554; y en el diario ABC, de los días 8 y 11 de marzo.
3) Todo lo que antecede consta documentado en el Archivo General Militar de Segovia, 2ª sección, 12ª división, legajo 142.
4) Agradezco a mi buen amigo el conde Stanislaw Dumin, hoy el primer heraldista y genealogista de Rusia, su inapreciable ayuda para llegar a saber estas curiosidades del complejo sistema premial ruso de aquella época.
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