No hay cosa, me parece, que erice más el pelo a historiadores de pura cepa que la proliferación de las llamadas Anovelas históricas@. Son palabras de la catedrática y académica Carmen Iglesias(1), y son palabras muy ciertas, plenas de verdad. Considerándolas así, nos proponemos, en las páginas que siguen, ejercer una sana crítica de tales productos editoriales -no nos atrevemos a calificarlos de literarios-, desde el punto de vista del historiador, reflexionando sucintamente acerca de la ficción y la realidad, el rigor de la ciencia y la libertad de la imaginación, la libertad de mercado y la defensa del consumidor individual y colectivo, y algunas otras cuestiones atinentes a ello.
Ciertamente, en los últimos decenios hemos asistido al auge de algunas corrientes de pensamiento que han logrado -sólo en parte, por fortuna- difundir el concepto de que la Historia como ciencia no existe, y que en todo caso sería más bien un género literario, en el que de una parte sería imposible alcanzar la objetividad en la narración de los hechos históricos, y de otra parte sería admisible cualquier interpretación subjetiva de ellos, por disparatada que fuese. Obviamente, quienes han sostenido tales teorías no pueden ser tenidos por historiadores solventes, ni siquiera por pensadores respetables; y, sin embargo, esta corriente de pensamiento goza del aprecio de un sector de la crítica menos especializada y más comercial.