Si existe una familia a la que sin duda alguna convenga el calificativo de toledana, es la de los Condes de Cedillo, merced nobiliaria creada por los Reyes Católicos en 1496, en cabeza del hijo mayor de uno de sus más célebres secretarios: Fernando Álvarez de Toledo o más bien Hernán d’Álvarez de Toledo (c.1435-c.1508). Perteneciente a un antiguo linaje toledano que decía traer sus orígenes del no menos célebre Munio Alfonso, princeps militia toletana1, y en sus vástagos los Señores de Ajofrín2, también tenía el secretario, con toda seguridad, mucha sangre de conversos, al menos por su familia materna, los Zapata3.
Las grandes Casas Reales, como las nobiliarias, han sido con frecuencia apellidadas o denominadas por los genealogistas, con el fin de ayudar al historiador en la comprensión de las a veces frondosas ramas de los respectivos árboles genealógicos. El uso de la denominación de primera raza o segunda raza suelen referirse simplemente a las estirpes que sucesivamente las han encabezado. En el caso de los Condes de Cedillo, titulo creado en 1496 pero solo confirmado en 1624, la primera raza corresponde a los seis primeros Condes, pertenecientes al linaje de Álvarez de Toledo, extinguido poco antes de 1684; mientras que la segunda raza sería la de los Ayala o López de Ayala, poseedores de la Casa condal desde 1684 hasta hoy.