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Ceremonial del Almirantazgo de Castilla

Las páginas de un prólogo, que deben ser breves, o son una guía para el lector de la obra -que deberá comenzar su lectura cuanto antes, porque sabe que aprenderá, que disfrutará del libro que tiene en sus manos-, o no merece la pena que los editores dediquen unas páginas como pórtico del edificio literario al que dan acceso. Escribir estas notas, pasarela para subir a bordo el lector, conociendo aproximadamente el rumbo del barco, es para mí un honor y un privilegio. Por la calidad del libro que se asoma en el horizonte, y que nunca llegará al ocaso por la extraordinaria personalidad de su autor y la calidad de su obra. Un prólogo no debe ser ni una crítica ni un ramo de elogios. Debe dar cuenta de la vida del autor y de su obra. No existe libro alguno en el que la personalidad del autor no asome, con más o menos fuerza, en sus páginas. Y no se comprende el núcleo de un texto si no se conocen los rasgos fundamentales de la personalidad de quien ha puesto su empeño en la difícil tarea de traducir en palabras sus ideas. Un lector avisado debe conocer lo más posible de quien le regala su conocimiento.

Escribió Gregorio Marañón que el prologuista no tenía por qué ser un erudito en la materia que se desarrollaba en el libro. Si es así y, como en tantas otras cosas, el Maestro acierta con la clave sobre la que 8 ALFONSO de CEBALLOS-ESCALERA y GILA vuelca su reflexión, estoy de suerte, ya que mis conocimientos acerca de las normas y ceremonias de la Armada en otras etapas son, como en tantos otros del saber, más bien escasos. Tal vez Marañón, pensando que quien desea  tener el placer de leer un libro, tiene un conocimiento superficial de cuanto contiene y, precisamente, el aprender es su objetivo y no hay que hacerle perder el tiempo, más que el tiempo imprescindible para que el prólogo cumpla con su cometido. Un prólogo debe orientar en el camino, pero ni es ni debe ser el camino. Ese lo ha creado el autor. Debe ser una visión externa y panorámica del dibujo que ha trazado su autor con gran esfuerzo. Un  prólogo debe ser un panorama, un conjunto externo y lejano, visto con ojos extraños pero afines al volumen, en palabras del propio Gregorio Marañón. Además de tener la fortuna de unir mi nombre al del autor egregio, el deber de apuntar en este preámbulo unas ideas de un tema que, hasta el momento desconocía, me dio la oportunidad para haber sido su primer lector, y aumentar mi ilustración. Norma y Ceremonia de los Almirantes de Castilla es una obra singular y ejemplar. Es un libro de historia, pero no está escrito según las pautas habituales de los especialistas, sino que nos sorprende ofreciéndonos un punto de vista de suprema altura. Los extraordinarios conocimientos del autor del tema objeto de su trabajo son manifiestos, pero para mí lo más importante es que haya dado un paso adelante en el desarrollo de los saberes humanos, ofreciendo una nueva metodología para los libros de historia, no sólo ofreciendo junto a los datos, su interpretación, sino ofreciendo diferentes perspectivas para que el libro además de reflejar con minuciosidad el escenario, la acción y la palabra de las Normas y Ceremonias, ofrezca la posibilidad de conocer una época. Desde su política a sus costumbres. Desde su lengua a sus ritos. Y el libro que comentamos permite conocer a fondo una etapa de la vida de nuestro pasado.

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Fecha: 22 noviembre, 2017