Existen muy pocos lugares en el mundo -la Acrópolis, Toledo… – en los que su belleza esté iluminada por las leyendas que su realidad egregia ha engendrado.
Realidad y mito se unen en estos parajes estelares de nuestro planeta, y son cara y cruz de una moneda de oro que asombra y estremece las fibras de la sensibilidad de quien los contempla, los conoce y los vive. En esa panoplia insigne figura, sin duda, el Principado de Mónaco. Su hermosura natural y la que la mano del hombre ha erigido sobre ella corre pareja con el aliento de su historia y sus fábulas. Para el visitante no avisado Mónaco es solamente un paraje luminoso en el mediterráneo y, tal vez, el eco de algunas lecturas olvidadas. Pero Mónaco no es sólo la imagen superficial que el turista fotografía una y mil veces. Existe otro Mónaco más profundo que nos habla del esfuerzo de sus príncipes y ciudadanos para convertir unas playas y unos terrenos de cultivo en faro de la libertad y la cultura. Asombra que unos pocos miles de habitantes hayan convertido su patria en un envidiable emporio económico, social, deportivo, cultural y en todas las dimensiones de las artes.
8 ALBERTO I DE MÓNACO, EL PRÍNCIPE DEL MAR
En esa tarea, que si no fuesen tangibles sus resultados parecería una utopía, las manos hábiles y firmes de sus príncipes han sido las protagonistas de la creación del lugar del mundo en el que resplandece con fuerza singular todo lo que nuestra civilización puede ofrecer más noble y selecto.
Este libro está dedicado a uno de sus magistrados que han dejado su huella, en este caso mejor se podría escribir su estela, en esa singular simbiosis de historia fecunda y leyenda fascinante: S.A.S. el Príncipe Alberto I. Animo al lector a que aprenda de la lección ejemplar de su vida y obra.
Los autores de las páginas que ahora tienen en sus manos son españoles de estirpe y monegascos de corazón, y no podrían olvidar el glosar las relaciones, que se remontan a siglos lejanos, de las relaciones entre el Principado y España. Y, por último, escribir desde el rigor del historiador y del sociólogo el afán de continuar avanzando en el camino sin fin de perfeccionar al hombre, sirviendo a su pueblo y a la civilización del Príncipe Soberano Alberto II, que ya, en su aún breve reinado, está demostrando que desde su prudencia, generosidad y los valores que dignifican al hombre, cabe esperar un nuevo capítulo fecundo del Principado de Mónaco.
Con profundo respeto y afecto a S.A.S. está dedicada esta obra.